Definir y ejemplificar cuales son las victimas estructurales y cual es su vulnerabilidad.
El término violencia estructural es aplicable en aquellas situaciones en las que se produce un daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas (supervivencia, bienestar, identidad o libertad) como resultado de los procesos de estratifican social, es decir, sin necesidad de formas de violencia directa. El término violencia estructural remite a la existencia de un conflicto entre dos o más grupos de una sociedad (normalmente caracterizados en términos de género, etnia, clase, nacionalidad, edad u otros) en el que el reparto, acceso o posibilidad de uso de los recursos es resuelto sistemáticamente a favor de alguna de las partes y en perjuicio de las demás, debido a los mecanismos de estratificación social. La utilidad del término violencia estructural radica en el reconocimiento de la existencia de conflicto en el uso de los recursos materiales y sociales y, como tal, es útil para entender y relacionarlo con manifestaciones de violencia directa (cuando alguno de los grupos quiere cambiar o reforzar su posición en la situación conflictiva por la vía de la fuerza) o de violencia cultural (legitimizaciones de las otras dos formas de violencia, como, por ejemplo, el racismo, sexismo, clasismo o eurocentrismo).
El
interés suscitado por la violencia directa en relación a otras formas de
violencia hace recordar las siguientes palabras de ENGELS, escritas como
conclusión a un informe sobre la situación de los barrios de trabajadores de
Londres: «Cuando una persona inflige un daño físico a otra, produciéndole la
muerte, el acto es denominado homicidio sin premeditación; cuando el agresor
conoce de antemano que el daño será fatal, llamamos a su acto asesinato. Pero
cuando la sociedad sitúa cientos de proletarios en una posición en la que de
forma inevitable se encontrarán con una muerte prematura e inevitable (...),
cuando priva a miles de personas de la satisfacción de las necesidades vitales,
situándolos en condiciones en las que no es posible vivir —obligándolos, a
través de la fuerza de la ley, a permanecer en esas condiciones hasta que la
muerte sea la consecuencia inevitable—, la sociedad sabe que esos miles de
víctimas perecerán y aun así permite que esas condiciones se mantengan, este
acto es un asesinato con tantarotundidad como lo es el acto individual;
asesinato disfrazado e intencionado contra el que nadie puede defenderse por sí
mismo (...) porque nadie ve al asesino, porque la muerte de la víctima parece
natural en tanto que el delito es más por omisión que por comisión. Pero
asesinato al fin y al cabo.Si hacemos caso a ENGELS existiría una forma de
violencia directa, visible, con un agresor y una víctima claramente
identificables y en la cual el daño es infligido directamente por el agresor
con ayuda o no de algún instrumento o arma, pero también se puede hablar de una
forma de violencia menos directa, más difícil de visualizar, en la que no
siempre es sencillo identificar al agresor («la sociedad»), o llegar a conocer
a la víctima (en el caso de Zimbabwe lo que obtenemos es el dato estadístico de
la esperanza de vida, pero no podemos visualizar a las víctimas) y en la que es
mucho más difícil conocer los mecanismos que la explican («condiciones en las
que no es posible vivir», «la fuerza de la ley»). A esta forma de violencia
invisible podemos denominarla violencia estructural, lo que respondería al
hecho de que tiene como causa los procesos de estructuración social (desde los
que se producen a escala de sistema-mundo, hasta los que se producen en el
interior de las familias o en las interacciones interindividuales) y no
necesita de ninguna forma de violencia directa para que tenga efectos negativos
sobre las oportunidades de supervivencia, bienestar, identidad y/o libertad de
las personas (GALTUNG, 1996). La denominación violencia estructural no es la
única posible. Se puede hablar igualmente de violencia sistémica, ocultada,
indirecta o institucional. Estos términos podrían ser utilizados en la mayoría
de los casos como sinónimos, aunque cada uno de ellos añade connotaciones y
énfasis en elementos diferenciados (GALTUNG, 1996; TORTOSA, 2002 y 2003;
FARMER, 2003, WIEVIORKA, 1992; Shaw et al., 1987). Otra alternativa es eliminar
el término violencia y enmarcar el análisis de los efectos de privación de las
necesidades humanas dentro de las explicaciones sobre la injusticia social, la
desigualdad, inequidad, pobreza o exclusión social. Esta sería de hecho la
propuesta de C.A.J. COADY, quien en Oxford Companion to Philosophy (1995)
define la violencia estructural de la siguiente manera: «Popularizada por el
sociólogo noruego Johan GALTUNG, la idea de violencia estructural implica una
ampliación semántica de la palabra violencia, cuyo objetivo es mostrar que su
amenaza está presente de manera institucional incluso cuando no hay violencia
en el sentido literal o “amplio”. La violencia estructural no involucra a
actores que infligen daño mediante la fuerza, sino que es equivalente a
injusticia social. Además de su potencialidad para llevar a confusión, el
problema clave con el concepto es su dudosa sugestión de una variedad de
problemas sociales que en apariencia son bastante diferentes son en realidad la
misma cosa y tendrían que ser abordados de una única manera.» Corresponde por
tanto argumentar la conveniencia del término violencia estructural. La preferencia
por dicho término, frente a los términos relacionados con la injusticia social
o las formas de desigualdad, que también han sido utilizados por los autores
del presente artículo en otros trabajos (TORTOSA, 1993), se fundamenta en el
hecho de que se gana conocimiento de las interacciones mutuas entre la
violencia directa y estructural al ponerlos en relación:
a) Ambos términos son útiles para explicar un
problema común. Tanto la violencia estructural como la violencia directa
constituyen motivos por los que un importante sector de la Humanidad no puede
satisfacer sus necesidades humanas básicas.
b) El
término violencia estructural es útil para indagar la relación existente entre
las situaciones de violencia estructural y formas de violencia directa. En este
sentido, por poner un ejemplo, la violencia represiva puede entenderse como un
mecanismo necesario para mantener una determinada estructura de poder cuando
existen altos niveles de violencia estructural (mientras que en Latinoamérica y
África se ha incrementado a lo largo de los años ochenta y noventa el monto
dedicado al pago del servicio de la deuda externa, ha decrecido o se ha
mantenido el gasto social y se han seguido incrementando las partidas de gasto
militar y policial, BICC 2002). De igual modo la llamada conflictividad social,
ya sea de forma organizada (movimientos políticos) o desestructurada
(delincuencia) se relacionan a menudo con respuestas a incrementos en los
niveles de violencia estructural (por ejemplo, la negación del acceso a
determinados bienes colectivos como el agua y el gas en Bolivia explican la
movilización social de los últimos años en el país).
c) El término violencia estructural es útil
para introducir los mecanismos de ejercicio del poder como causantes de
procesos de deprivación de necesidades humanas básicas. En efecto, la
injusticia social, la pobreza o la desigualdad, no son fruto únicamente de
dinámicas producidas por las relaciones de tipo económico, sino que también
pueden ser explicadas a partir de la opresión política utilizando mecanismos
tan dispares como la discriminación institucional, legislación excluyente de
ciertos colectivos o la política fiscal y de gasto público regresiva, por citar
algunos. Al hablar de violencia nos situamos en el campo semántico del poder
con mayor facilidad que cuando se usan términos como pobreza o desigualdad, que
frecuentemente han sido abordados desde lo económico, campo éste que, por
supuesto, no puede ser obviado.
d) El término violencia estructural contiene
una carga valorativa y explicativa determinante: la deprivación se define como
el resultado de un conflicto entre dos o más partes en el que el reparto,
acceso o posibilidad de uso de los recursos es resuelto sistemáticamente a
favor de alguna de las partes y en perjuicio de las demás. Al calificar esta
situación como violenta se descarta la posibilidad de buscar mecanismos de
legitimización de la desigualdad en la insatisfacción de las necesidades. Como
podría ocurrir cuando en lugar del término violencia se utiliza el término
desigualdad social, ya que se abren (aunque no necesariamente) ventanas para la
legitimización de una situación en la que un grupo de personas tiene
insatisfechas sus necesidades básicas. Un ejemplo de ello es el uso del
«argumento basado en el incentivo», según el cual las desigualdades son
funcionales en la medida que sirven como motivación para los seres humanos, o
el «argumento de la asimetría operativa», que defiende que la desigualdad en la
distribución del poder dentro de cualquier organización social produce más
eficiencia. El término violencia estructural sirve por tanto para recordar que
la eficiencia se produce en cualquier caso a costa de una forma de reparto que
es sistemáticamente desfavorable para algunas de las partes, que esto es conflictivo
y que existen motivos para pensar que la situación es impuesta por los
ganadores y no es deseada por los perdedores.
Por
supuesto estos argumentos no implican la idea de que los términos desigualdad o
injusticia social deban ser sustituidos por el término violencia estructural.
Lo que indican más bien es que la conceptuación, en términos de violencia, de
la insatisfacción de necesidades humanas tiene una utilidad analítica de gran
aplicabilidad al menos cuando los objetivos de la investigación se muevan
dentro de los campos que se acaban de exponer (insatisfacción de necesidades,
explicación de la violencia directa, mecanismos de poder social, criticismo de
las descripciones legitimadoras de la desigualdad). Pero definir un fenómeno o
enunciar un concepto no es suficiente para demostrar su existencia o relevancia
en la explicación de la vida de las personas. Sería igualmente necesario
describir sus manifestaciones y tratar de explicarlas. En el caso de la
violencia estructural podemos encontrar manifestaciones de la misma en los
distintos niveles (analíticos) de interacción social. Desde el nivel
intergrupal hasta el del sistema mundial. La mayoría de los conflictos
registrados en las relaciones entre hombres y mujeres, grupos étnicos, clases
sociales, países o cualquier otro tipo de actor social o agrupación de éstos,
se caracterizan por niveles relativamente bajos de violencia directa, aunque no
de desigualdad manifiesta. Si tomamos el ejemplo de las desigualdades entre
mujeres y hombres observamos situaciones de menor salario a igual trabajo,
acceso a peores trabajos por parte de las mujeres, menos opciones para ellas de
construir una carrera profesional ascendente, para desarrollar su sexualidad o
sencillamente pasear en la noche o de recibir y sentir reconocimiento en las
relaciones afectivas. Tal y como se argumenta estas situaciones pueden lograrse
con bajos niveles de violencia directa. El tipo de relación predominante no es
el acto violento concreto (por muy frecuente que éste pueda ser), sino más bien
el uso de distintos mecanismos para que se produzca un reparto, acceso o
posibilidad de uso de los recursos desfavorable al grupo en una posición de
debilidad (en este ejemplo las mujeres, pero también los grupos étnicos dependientes,
los pobres, países empobrecidos u otros). De hecho, son múltiples los casos en
los que los varones pueden contar con múltiples ventajas en términos de acceso
a recursos sin haber recurrido jamás al uso de la violencia directa. Los
mecanismos por los que se produce la violencia estructural difieren en función
del tipo de relación conflictiva al que nos estemos refiriendo. En el caso de
las relaciones entre mujeres y varones necesitaríamos hablar del conjunto de
instituciones estructurantes de la relación de género que caracterizan el
patriarcado. Éstas incluyen algunas instituciones sociales tan dispares y (sólo
aparentemente) lejanas como el mercado de trabajo, el llamado espacio mediático
o las unidades domésticas, por citar algunas de las que han llamado más la
atención en la investigación. Los mecanismos por los que se produce la
violencia estructural pueden ser por tanto muy ricos y complejos. Mucho más si
tenemos en cuenta que varían cuando estamos hablando de los conflictos entre
grupos étnicos, clases sociales, países o combinaciones de ellos, por citar,
sin exhaustividad, tan sólo algunas de las principales clasificaciones que
explican los procesos de estructuración social. Ilustremos esta idea de
complejidad volviendo al caso de la comparación entre la esperanza de vida en
Zimbabwe y España. El ejemplo será válido para explicar las situaciones de
violencia estructural en el sistema mundial, pero también en el interior de las
poblaciones del llamado Norte y Sur (o sus equivalentes: desarrollo/subdesarrollo,
Primer/Tercer Mundo, Centro/ Periferia...). En principio la diferencia en la
esperanza de vida entre ambos países sería difícilmente explicable en términos
de violencia estructural. No es evidente ni claro que entre ambos países
existan muchos vínculos económicos, políticos o culturales. Por tanto, es aún
menos claro que exista entre ambos países ningún tipo de configuración
conflictiva según la cual España se vea sistemáticamente beneficiada en la
distribución de los recursos en juego entre ambos países y que eso a la postre
se convierta en una menor esperanza de vida para el país africano. Pero ¿y si
no se tratara directamente de una cuestión de países? Si vamos hacia atrás en
el tiempo la situación en la que se encuentra actualmente Zimbabwe se puede
relacionar con la transformación en las configuraciones económicas y de poder
que se inician con la colonización de América por un Reino que ni siquiera se
llamaba España en aquel momento. La pauta de poder así iniciada acaba
expandiéndose a lo largo de estos 500 años a África y Asia, tal y como explica
Immanuel WALLERSTEIN (1974-1989). Los Estados hegemónicos que van aprovechando
el proceso se empiezan a llamar Francia, Holanda, Inglaterra, Alemania o
Estados Unidos, entre otros, o quizá habría que hablar en lugar de países y de
forma más abstracta (o más concreta, según se mire) de un control del proceso
por parte de unos grupos comerciales, industriales, financieros y armados
concentrados en la Europa atlántica (lo que olvidando la geografía, pero no la
construcción occidental de la idea de «raza», incluye a Estados Unidos o
Australia). El tipo de estructura económica y de hegemonía que se genera en el
sistema mundial tendría de hecho una capacidad explicativa muy alta de las
pautas epidemiológicas de lugares como España y Zimbabwe. Por ejemplo, la
distribución, históricamente conformada, de la producción internacional de
bienes y servicios hace que diferentes recursos materiales (agua potable,
saneamiento, sistema de salud, viviendas, acceso a la energía...) de gran utilidad
para la protección de la salud sean más frecuentes en marcos geo gráficos como
España que en Zimbabwe. Valga como detalle el siguiente dato: en 1992 se
calculaba que menos del 10% del gasto mundial en investigación médica se dedicó
a lo que supone el 90% del volumen mundial de enfermedades (PNUD, 2002). Sin
mirar atrás en el tiempo podemos obtener otra pincelada de este cuadro
observando la dinámica de creación de las reglas del juego con las que deben
participar lo que todavía seguimos llamando España y Zimbabwe. Una de las
instituciones que definen las reglas de juego es la Organización Mundial de
Comercio (OMC). Las reglas que surgen en este tipo de acuerdos se convierten en
importantes condicionantes para las posibilidades de incrementar la esperanza
de vida de países como Zimbabwe. Los acuerdos generales sobre comercio ya son
una importante barrera a la producción si se tienen en cuenta las «ventajas»
comparativas de Zimbabwe. Una de esas barreras se observa al examinar el caso
específico del Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados
con el Comercio de la OMC (ADPIC, en inglés, TRIPS). Este tipo de acuerdos
dificulta la posibilidad de que países como Zimbabwe, en los que se estima que
al menos una de cada cuatro personas está infectada por el VIH/SIDA, tengan la
opción de producir medicamentos anti-retrovirales, con grandes efectos en la
esperanza y calidad de vida, a coste de unos 350 dólares anuales por
tratamiento en lugar de los varios miles de dólares que pueden llegar a costar
comprar los productos equivalentes de las grandes farmacéuticas extranjeras,
dándose además la paradoja que en las partes experimentales del desarrollo de
esos fármacos se utilizó a la población de África con frecuencia. Sin embargo,
en 1998 el Ministro de Salud de Zimbabwe presentó una resolución ante el
Directorio Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) proponiendo
garantizar.
La
argumentación desarrollada sirve para extraer, a modo de conclusión, algunas
ideas principales sobre el concepto de violencia estructural:
a) Se
refiere al daño potencialmente evitable en el que a pesar de que no existe un
actor identificable que provoca la violencia, éste es explicable a partir de
estructuras sociales que producen distribuciones inequitativas del poder y de
los recursos (WEIGERT, 1999). b) El daño al que se hace referencia se produce
en las personas y más concretamente en la satisfacción de sus necesidades
humanas básicas. En la argumentación se ha hablado fundamentalmente de daños en
términos de vida, pero también se podría hablar de daños en términos de
privación de libertad, de aculturación u otros. c) El componente estructural
implica que esta forma de violencia está embebida en las estructuras sociales.
Dichas estructuras sociales no son observables directamente, sino que se pueden
llegar a explicar y comprender únicamente a partir de abstracciones. Ello
implica que la labor de identificación de las situaciones de violencia
estructural necesita un trabajo complejo de investigación de la realidad
social, el cual estará sometido a procesos interpretativos múltiples en función
de los marcos teóricos de referencia, las aproximaciones empíricas adoptadas y
los esquemas valorativos de los investigadores. En cualquier caso las
categorías tradicionales de análisis en las ciencias sociales (ej., el concepto
de país, clase, género, etnia u otros) han de ser revisados para dar una mejor
cuenta de estos procesos sociales. d) La violencia estructural no es la única
forma de violencia posible, ni siquiera tiene que ser la más relevante o
prioritaria en ciertos contextos sociales. Existe de igual modo la violencia
directa y la violencia cultural, que aquí no ha sido tratada, pero que hace
referencia a las legitimizaciones de las otras dos formas de violencia y a las
represiones culturales. Entre estos tipos de violencia se pueden establecer
interrelaciones, aunque también es posible encontrarlas de forma aislada. Al
final de todo siempre quedará abierto el debate y la duda sobre la pertinencia
del término violencia estructural y sobre la conveniencia de usar otro término,
eppur produce muertes.
Crea desigualdad entre ciudadanos
Las normas sociales de nuestras
culturas, además de ciertas instituciones económicas y jurídicas, afectan a
diferentes grupos de personas de manera distinta.
Debido a ello, ciertas minorías o
grupos menos favorecidos se convierten en víctimas de discriminación, en el
sentido de que no pueden acceder a los mismos recursos o posiciones que los
demás.
Uno de los ejemplos más claros se
produce si nos fijamos en las diferencias de poder adquisitivo. Las personas de
clases sociales más altas tienen acceso a todo tipo de recursos y beneficios;
mientras que aquellas con una economía menos fuerte generalmente deben
conformarse con servicios de una menor calidad.
Impide o dificulta alcanzar los
derechos básicos humanos
Los estudiosos de la violencia
estructural dicen que este problema está a la base de las dificultades que
tienen algunos grupos para conseguir satisfacer algunas de sus necesidades
básicas: supervivencia, bienestar, identidad o libertad.
Debido a la estratificación
social (mediante la cual algunas personas son vistas como más válidas o con más
derechos que otras), aquellos que están en los escalafones más bajos de la
sociedad no pueden conseguir cumplir sus objetivos ni desarrollar su potencial.
Normalmente, se asocia la
violencia estructural a un conflicto entre dos o más grupos, siendo uno de
ellos el poseedor de la mayoría de recursos y por lo tanto dificultando el
acceso del otro a todo tipo de bienes y servicios.
Está a la base de otros tipos de violencia
La teoría del triángulo de
la violencia, desarrollada también por Galtung, trata de explicar la aparición
de conflictos de todo tipo dentro de las sociedades avanzadas.
Según este sociólogo, la
violencia visible solo sería una pequeña parte dentro de un sistema que la
legitima y la acaba causando de manera indirecta.
Así, la violencia directa
(la que implica comportamientos y actos violentos) estaría provocada por otros
dos tipos, que son la violencia cultural y la estructural.
La estructural sería la peor
de las tres, y también la más difícil de detectar, ya que las estructuras que
impiden la persecución del propio bienestar no serían visibles.
Por otro lado, la violencia
cultural tendría que ver con la aparición de elementos como el arte, la
filosofía o la religión que legitiman los otros dos tipos de violencia y nos
permiten racionalizar los actos contra un grupo concreto como algo normal.
Tipos
Desde los trabajos de
Galtung, la teoría de la violencia estructural se ha desarrollado mucho. Hoy en
día, se habla de una gran cantidad de tipos, en función de los grupos que se
vean afectados por ella. A continuación, veremos algunos de los más comunes.
Clasismo
Uno de los primeros tipos de
violencia estructural descritos tiene que ver con las diferencias que se producen
en función del estatus socioeconómico que tenga una persona.
Así, los individuos de las
clases más altas tendrían acceso a una cantidad desproporcionada de recursos,
mientras que los de las bajas tendrían muchas dificultades para vivir bien.
El clasismo o lucha de
clases está a la base de movimientos culturales como el marxismo y el
comunismo, que quieren acabar con esta supuesta desigualdad.
Racismo
Otro de los tipos de
violencia estructural más mencionados por los autores es aquel por el cual se
favorecen a los miembros de algunas razas (principalmente la caucásica) a la
vez que se discrimina a los de otras.
Por ejemplo, se ha observado
repetidas veces que en Estados Unidos, los ciudadanos afroamericanos ganan
menos dinero de media al año, tienen peores resultados académicamente, y tienen
más probabilidades de verse implicados en crímenes violentos. Según algunos
autores, la violencia estructural estaría a la base de estos problemas.
Sexismo
Hoy en día, probablemente el
tipo de violencia estructural más mencionado es el sexismo; es decir, la
discriminación de las personas en función de su género.
Muchos pensadores creen que
las mujeres sufren todo tipo de problemas debido a la presencia de estructuras
sociales y culturales que les impiden alcanzar todo su potencial.
Así, por ejemplo, se
intentan explicar fenómenos como la menor presencia de mujeres en puestos de
responsabilidad o sus sueldos medios más bajos desde la óptica de la violencia
estructural.
Homofobia
Otro de los grupos
supuestamente más discriminados por las estructuras sociales es el colectivo
LGBT. Las personas con una orientación sexual distinta a la heterosexualidad
sufrirían todo tipo de efectos negativos debido a este aspecto de sus vidas,
especialmente en las culturas menos desarrolladas.
Ejemplos
Podemos encontrar ejemplos
de violencia estructural en todos aquellos casos en los que una persona no
puede acceder a algún tipo de posición, bien o servicio debido a un aspecto de
su identidad como su raza, su sexo, su religión o su orientación sexual.
Por ejemplo, el hecho de que
las mujeres de algunos países no puedan conducir por ley sería un claro caso de
producto de violencia estructural.
Controversia
A pesar de que la teoría de
la violencia estructural está bastante extendida hoy en día, muchos científicos
y pensadores creen que no se trata de una explicación satisfactoria para los
problemas que sufren ciertos colectivos.
El hecho de que no se haya
recopilado suficiente evidencia científica al respecto hace que hoy en día
podamos afirmar categóricamente la existencia de la violencia estructural o, en
todo caso, de los efectos que supuestamente provoca.
Bibliografía
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Primero que todo desearle muchos éxitos en su carrera, y que todo le salga muy bien.
ResponderBorrarSu blog como tal me ha parecido muy completo, agradecer por los conceptos y las imágenes solicitadas u videos para que el blog sea más interesante. El concepto respectos a victimologia me ha parecido satisfactorio, o el de la estructura de ello mismo no lo tenía muy en claro y con su aporte he podido comprender un poco más el tema. También agradecer por compartir la información con todos nosotros, ojalá y le vaya bien en la calificación.
Referirme también a que el trabajo me parece completo, cumpliendo con las indicaciones que se nos han solicitado, cada concepto se responde conforme a los solicitado, pero; espero, que lo más importante es aprender y adquirir conocimiento y ojalá haya sido a si para todos, poder tener un amplio conocimiento de este tema tan enriquecedor. Recalco muy bien el aporte de imágenes, ya que estas captan más la atención de uno y hace que el blog se vea más completo, y conforma a si, de una mejor manera los conceptos o explicaciones de los diferentes contextos en el blog.
Agradezco su trabajo, le deseo muchos éxitos.